Me
preocupan
los
rincones de sombras frías,
donde
la mente cae en una calle errante
tras
una alucinación divina,
tras
el redoble de las gotas de sangre
que
se filtran de la mirada
y
se alzan con la voz de la agonía,
en
un susurro tenue, delirante.
Siento
nostalgia
al
combatir a las olas dormidas,
de
una Luna que ríe su desvelo
bailando
desnuda en su fulgor,
del
espejo desde donde miras
para
poder ver en el reflejo que me hace latir,
mientras
la niebla de un anhelo
teje
en la mente la tela de su devenir.
Me
intriga
la
cordura en la jaula de los sabios,
prisión
dorada, de piel de acero,
mansión
con corona de empalizada
que
reúne el saber de los ancestros
en
tablas de barro mudas por el deseo,
donde
el silencio abre los labios
y
ahoga el grito verdadero.
La
añoranza me domina
con
la locura de un río sin orillas,
un
fuego sin miedo, sin dolor,
con
el palpito de un balcón sin vistas,
y
los peldaños que nunca pisará ningún dios,
el
más allá de las aguas tranquilas
de
ese mar sin diques ni vigías
puesto
al viento sin dueño, sin reloj.
Siento
melancolía
cuando
la cuerda se despeña
y
en su caída provoca libertad,
marcando
las lindes de la cordura
en
la continuación del firmamento
atrapando
todos los rayos de sol,
¿será
locura o será sueño
lo
que otros llaman realidad?

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