No
se que hacer: mi pensamiento es doble.
Me
pregunto ¿Qué me lleva a escribir?
Si
tiento a la inocente fuerza de la palabra
a
manipular los pensamientos
que
duermen en la duda de mi ignorancia,
con
ese poder de conquistar la paz
preparándome
para una hipócrita guerra
doblegada
por los acontecimientos.
No
se que hacer: ¿siento o presiento?
Al
notar las letras revolear en el folio
cargadas
con el peso acuoso de la tinta
en
busca de un posadero,
cuando
notan una ficción llena de vacío
que
se vacía en las escudillas del metaverso,
si
al mezclar el dolor y la risa
se
pisan por dominar la rima
y
terminan del mismo plato comiendo.
¿Qué puedo hacer, me acerco o me alejo?
Si
transito con los corceles de la pluma
los
límites de la impaciente locura
donde
reposa la piel del amor inquieto
que
contiene el secreto del verbo,
para
quedar atrapado en la duda
de
querer ensayar la vida
siendo
el ensayo la causa y el efecto.
¿Quién
será quien escribe esos versos?
Porque
cuando me leo, no me veo,
aunque
siento el cosquilleo al expresarme
no
soy ese que describe el cuento,
alguien
que no se da cuenta de quien es,
que
debe tener algo roto o que se ha descosido
distanciando
el alma de la carne del cuerpo,
o
no soy nada definitivo y me tengo que hacer
y conmigo el eco que me pierde en el tiempo.
Fotografía de Pedro Garcea