Hasta
pronto amigo,
le
escribo a la noche
en
sus hojas de cera,
cuando
las huidizas luces
reflejan
sombras de ausencia
y
los rastros de claridad
bailan
al son de una vela.
Le
cuento tus correrías
empapado
por los sueños
que
cubren la noche quieta,
aprendiendo
del reino de los cuentos
los
fríos abrazos de tu silencio
dibujados
en nerviosas siluetas.
Sentado
en tu tabernáculo
trazo
mis primeros renglones
sobre
una pizarra de blanca piedra,
rasgando
sus fondos y pintando
con
la tinta azabache que yace despierta,
atrayendo
a la pluma las luciérnagas
cuya
luz pone en su lugar a las letras.
En
esta noche desecha
escribo
unos versos rudos,
de
callejones muertos
y
ventanas desiertas,
para
poder mostrar
todo
lo que me enseñaste
con
esos adornados secretos
que
de mi alma se adueña.
Puedo
verte y sentirte
al
otro lado de la cerca,
poeta
ignorado por inédito,
que
encendió el cielo
de
luces que visten
las
estelas de los luceros
y
el fulgor de las estrellas.
Y
te digo amigo,
estate
esperando
hasta
que de nuevo nos veamos
trasteando en la trastienda,
donde
jugamos con las palabras
y
sus historias secretas.
Fotografía de Héctor
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