Aún en sus ojos moran
serenas violetas,
hechas susurros de primaveras eternas
que tras el alma se ocultan
en la danza de las sombras secretas.
En su inolvidable mirada
las flores se asientan,
entre retazos de sueños
regalando sus aromas
en dormidas letras,
regadas con tintas
para que las despierten los poetas,
con lágrimas que cuentan
al vasto silencio
de vacíos mudos
los colores que ostentan.
Bajo sus párpados caen,
al tiempo que esperan,
las miradas tiernas
que vuelan de los visillos
a la calle desierta,
buscando otros ojos
para mostrarles
el jardín oculto
viviendo tras sus puertas,
testigo del tiempo
guardando los ecos
de furtivos encuentros
que ella se inventa.
Entre dos latidos
siempre hay una espera ciega.
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