Me queda sobrepiel
bruñida por la intemperie
en alforjas con la risa de
un río
recorriendo el blanco de mis
sienes,
me resta atrevimiento
para desnudarme del pasado
dando colores al vacío ingrato
que por instantes mi vida hiere,
me queda un suspiro
en la vitrina de los premios
un vestidor de sueño y
olvido
antes que la despedida
llegue,
me bastan unos labios
para un amor que no viene
la dulce caricia de su sabor
que con amagos el beso detiene,
me quedan arrestos
para los momentos acabados
que se han marcado en los huesos
mientras somos amor y amamos,
me sobra desprecio
poniendo sentimiento a los
pasos
caminar con la verdad de en medio
sin tenerme que ocultar de
los ocasos,
me queda el deseo
de encontrarme con tus abrazos
la caridad de rozarte el
corazón
sin el dolor de incontables
zarpazos,
me renta oir
escucharte cada mañana
posada en la tinta al escribir
sentir que siempre me
acompañas,
me queda fulgor
en las letras de la mirada
lo que mis gestos acallan
en la garganta brilla de
llama,
me rebosa el final
declamado en nítido aliento
al sentir el viaje terminar
en intangibles estelas de
viento,
pero siempre me faltará tu
voz
para acallar las madrugadas
al no poder decirte adiós
con las sombras de mis
palabras.
Fotografía de Pedro Garcea
Hecha a la par entre Sacramento y Desvanecerse.