
El
mirarte
es perderse
en lo irrepetible,
es el
placer que deja el hambre
en la
mentira de la historia
y busca
la verdad en tu nombre,
que
solo es legible en la memoria
del
libro de lo indescriptible.
Caminar
tras tu
esbelta sombra
donde un
hermoso abismo se abre,
es
aprender que se puede volar
con
las alas que rodean el orbe,
mojadas
en aguas de bautismo
hechas
de tiempo,
de fe,
de devoción,
de
noche, de luz,
de
mar, de espera…
de la piel
que da forma al destino.
Intuirte,
es atraparte
en los sueños
regando
el olvido de estrellas
con la
pureza de la ilusión,
es usar
palabras inútiles
en las
lenguas que afila el rocío
para
convertirlas en centellas,
despertando
con tu luz al sonido
siempre
que te nombran
y de
cuyas noches brota el gemido.
El oir
tus
secretos perdidos,
que en
el vértigo de la quietud
dejaron
de estar vacíos
para quedarse
suspendidos,
es mirar
a la nada
pensando
en el todo,
caer
en el filo de la espada
de un
frío hielo dormido,
discutir
con el eco
al
escribir sobre la lluvia
de los
tinteros de los que fluyen
versos
de pasos líquidos,
brotando
famélicos
sonámbulos,
ateridos.
Presentirte,
es
respirar el colorido jardín
al
encontrar los olores
que
dan al alma sentido,
es
manchar con latidos
los
campos blancos abandonados
de las
palabras olvidadas,
que por
amor,
en mis
manos se han escondido.
Fotografía de Esther