Tengo que vivir
el aliento del fuego,
acercarme a su boca
sin que mis pies
pisen el suelo,
dejar de fingir
que no pasa el tiempo
y embeberme de roces
con la sed del sediento.
He de llegar a sentir
la piel de su cielo,
hacer de la caricia
gemidos de tinta
que laten en versos,
poder para escribir
el libro de lo incierto,
hacer que la memoria
reconozca los actos
de los que no me
arrepiento.
Tengo que vivirlo dentro
destejiendo al deseo,
aprendiendo su idioma
sin que sus palabras
muerdan mi cuerpo,
saber que siembro
sus semillas de viento,
que broten sus ecos
para que deje de ser
la sombra de un sueño.