Te veo fulgir abandonada,
sin concesiones,
en el estante que el polvo empapa
y te busco, aunque nadie lo haga,
en el menudeo de tus voces
que contiene este callado mundo.
Oigo tu acompasado latir
de pulso furibundo,
dentro de unas silenciosas palabras,
que juegan con el eco de las nebulosas
tras las letras de un viento peregrino
al peinarse con los rayos del alba.
Y sigo tus volátiles huellas
por senderos de monte y caminos,
almibarados de imágenes vivientes
en la búsqueda de frases silentes
que con el amanecer despiertan
al corazón de una tranquila llama.