Miles de muertes me habitan
y todas ellas son amargas,
da lo mismo quien las traiga
o cuanto se alarguen sus sombras pálidas,
entre todas a la nada me precipitan.
Juegan con el tiempo que robaron
en los albores de cada madrugada,
caminando al dejar sus huellas
con las farolas de la noche apagadas.
En su celda no hay movimientos
dejando a la soledad blanca
y a la luz sin esperanza.
Perdí el tacto con la vida,
muerto soy y mi cuerpo no se levanta.
¿Dónde se cobijará mi alma?
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