Pálido azulejo
otoñado de grises palabras,
renuentes a levantarse
de letras ataviadas.
Opaco espejo
que respira de mi voz,
acostado en el hielo
de su velado color.
Locuaz fatiga
arrastrada del bravo sol,
haciendo que la roca viva
a la sombra de un farol.
Línea tenaz
que espera ser ese latido,
sostenido en el espacio
de un colgado suspiro.
Ígnea fuerza
hecha de sangre herida,
del aire arrebatada
que se fuga con la vida.
Irreal consistencia
que desgarra los océanos,
rudo frasco de esencia
fundido con las manos.
Pálpito apresurado
enjaulado en una mueca,
golpe de corazón creado
en grietas de boca seca.
Sueño escrito
que arrastra el río,
como el humo maldito
de un universo vacío.
Alma inquieta
encuadernada de dolor,
libro de perdida silueta
canto huérfano del amor.