Sigo… en el quehacer de cada instante, sin contar ya, acomodando mi paso a las sombras que chocan contra la mía, deambulando abrigado a la búsqueda de las palabras de amor que nacen al calor de mi hoguera.
Mantengo… la tosca insensatez de guardar sólo el secreto que me amarra a la vida, cuidando con mimosa desesperación, la llama que ilumina los instantes robados a mis sueños, llegándose a confundir con la ya engañosa realidad.
Disfruto… de los momentos perdidos, imaginando mil formas de inventarte, o de buscarte en otras, o de carreras interminables por tu piel, en encuentros imaginarios que nunca llegarán.
Río… con los incansables colores de tus deseos, haciendo las muecas de las mil y una sonrisas, hasta llorar…
Siento… los látigos de los pensamientos marcándose garra a garra, en los interiores de los sentidos, dejando a su paso surcos quemantes, donde todo se ha escrito.
Navego… entre las brunas de la inconstancia sin faro que otear, por el desierto particular, que me abraza cuando comienzo a despertar de recorrerte, de la travesía infinita de lo inalcanzable.
Continúo con la insensata empresa de divertirme a carcajadas, tratando los sentimientos como energía para este pequeño viaje, que se llama vida, conteniéndome para no estallar como las flores en primavera, que se hacen procesión de un solo corazón y que se pierde en su ilimitado universo.
Sigo, mantengo, disfruto, río, siento, navego…en mi soledad.
viernes, 23 de febrero de 2007
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