Por entonces
las miradas iban desnudas
al galopar de las sombras,
alborotando las nubes
que palpitaban luces oscuras
sobre praderas huesudas
que tendían al amor en el suelo,
dónde latía un lucero
de sublime lujuria
con ecos secos por el viento.
Por aquel entonces
los ojos buscaban sin desfallecer
entre las miradas de un querer,
sonámbulas nieblas de cordura
bailando al son de la ternura
entre callejuelas menudas
que llenaban de caricias su misterio,
mientras en todo el imperio
reinaba la disputa
por encontrar la razón al tiempo.
Y los instantes se durmieron
vacíos de las eternas alas
donde tiritan los ecos,
soñando con suspiros
habitados por los huecos
de sonámbulos sonajeros
que lloran un alma hecha de hielo,
sobre los rumorosos deseos
que cuelgan su locura
al rezar sin fe sus torpes versos.
Fotografía de Esther Ribera
No hay comentarios:
Publicar un comentario