A la caricia de la brisa
responde una ráfaga,
con su envuelta tiniebla
que la mantenía ciega
entre abrazos de sábanas.
El querer, sol hambriento,
ha despertado
con bostezos del alma,
parapetado en un verso
tiembla plumas de tinta
de caricias enamoradas,
la voz que la llama
se me va de los labios
hasta su afónica garganta,
mientras, siento el deseo
del tintero arrebatado
de volar con sus alas,
letras por el amor vencidas
rendidas sin causa
al soslayo de una ráfaga,
hasta que su luz brilla
donde no existe silencio
que le afronte sin palabras.
Los roces de tu piel
chispean en el cielo
dibujando mariposas de la nada,
que liban por sorpresa
al corazón que ama.
Fotografía de Pedro Garcea
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