Tengo la edad de mis palabras
vetustas, irredentas e inquietas,
frías a veces como el granito
otras calientes de reyertas,
alineadas de hito en hito
brotan en algaradas
y en lugar de estar calladas
estallan sin miedo al delito,
viajan en sombras de tintero
acampando entre líneas enredadas
como espíritus de cementerio,
retirando del eco las legañas
entre sinrazones enamoradas
aparentando
ser unos versos.
Palabras que todo lo hablan
disfrazadas
de rítmicos enredos
para decir con las miradas
y acariciar con ojos sinceros,
cuchichean con trepidante delirio
metáforas que riega el mundo seco,
aliento que moja la luz del río
bañando los sueños más bellos,
colocadas en unos labios
abren ventanas a los cielos
donde
se posa entre colores
el
cuerpo de los sentimientos,
marcando
el trazo de una sonrisa
al
deletrear la poesía de los besos.
Fotografía de Pedro Garcea
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