La
distancia duerme
desnuda
de caminos,
al
soñar con ese lugar
que
no logra olvidar
donde
habita su destino,
un
crepúsculo infinito
envuelto
de sombras
serpenteando
figuras
de
un mundo presumido,
en
el que pálidas ramas reman
sobre
las hojas que desertan
como
rayos ciegos
de
lo que fueron sus nichos,
y
en su corteza se lee
la
plena belleza del bosque
desnudo,
firme y ligero,
que
su respirar hace gemidos
para
cuando llega el amanecer
el
frescor se desgrana
bajo
esplendorosos cielos,
que
la floresta ha estremecido
y
la distancia se pierde
bajo
la mágica piel
de
los árboles que cantan
entre
el aire dormido.