La sangre del poema
es de color ceniciento,
se moja en una corriente de letras
que se mecen inquietas
con los efluvios del tiempo,
formando onduladas palabras
que la tinta hace verso,
sonriendo con los movimientos
de las gotas que andan sueltas
excitadas por un embrujado viento,
caídas en una lámina nevada
que manchan todo su suelo,
dando forma al sentimiento
con el que se escribe al deseo
forjando vida en su cuerpo,
al volar por las venas
portando un solitario aliento,
revolcándose en el intento
de sacar las alas de un beso
para acariciar del alma el silencio.
Fotografía de Gemma
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