El silencio moribundo
sigue varado en la acera
con la dársena de la espera
dando palabras al mundo,
y el eco vomita su compendio
repetido en su cabeza:
“debo quemar la tristeza
con el poder del incendio,
debo apagar las ascuas
no vaya a calcinar el universo”,
y la vida se envenena
con la fe de los ilusos
que viajan por impulsos
a una soledad sin maleta.
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