Oye el silencio eterno
de un eco sin garganta,
en
esa boca articulada
de
la que no se escucha grito.
Aparca
en el silencio
que
ahoga sus sirenas
atragantadas
con letras
creadas
en los vacíos,
notando
las ausencias
que
vagan en un mar tardío
entre
tempestades huecas.
Escucha
la voz muda
silbar
entre los cielos
entonando
las canciones
escondidas
en los sueños,
sin
lágrimas,
sin
voces,
sin
latidos vivos,
sin
ecos.
Siente
mi afonía
de
caricia callada
calando
hasta los huesos,
sordas
sombras
de
olvidados recuerdos
que
se cargan de gestos,
muertas
de palabras
y
frías de inviernos
al
sentir sin alegría el silencio.
Aparca
tu piel
en
mi cuerpo famélico
con
hambre de sonidos,
entre
palabras secas
que
lloran despacio
con
lágrimas sin penas,
ese
llanto de Carpanta
resbalado
en mejillas ajenas
que
brota sin hacer ruido.
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