Voz
que se eleva con el canto
que el rápido arpegio labra
abriendo
los huecos de la mañana
y en la noche espabila al
quebranto,
voz que asusta al espanto
con el fulgor que
arrastran las centellas
al despertar de las
estrellas
descorchando notas de desencanto,
voz que camina
en el aire
celebrando en arrebatadas vivencias
consumida
por nerviosas sentencias
con notas que entre luces hacen su
llanto.
Va creciendo de amanecida
en su afán por
alcanzar al eco
propagando sus notas en el cielo
llenando
de palabras las avenidas,
coronando donde elige posarse
dando
sus pasos con el viento
haciendo brotar letras de un
desierto
que deambulan como sombras escondidas,
iridiscente
a la fatiga
a la que se entrega sin desaliento.
Voces
que despliegan su salida
con el desarraigo del vuelo
sostenidas
por las alas del miedo
que de letras se precipitan,
buscando
en las almas su hueco
esos huecos hechos de vida
por los
roncos silencios ceñida
y cultivadas en un mar de versos,
para
poder descubrir el misterio
donde todo escritor se suicida.
Fotografía de Pedro Garcea
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