I.
Tras
tiempo sin lágrimas
en
ocasos y albas,
descerrajo
las nubes
abriendo
la nada
y
despliego las alas.
¡Miro!
Y mis ojos
ven
tierra y mar
entre
luces rutilantes
que
a la piel del sueño
con
caricias engaña.
Vestido
de mundo
y
sin sandalias caigo,
esperando
la carta
que
de negros vapores
llueva
su escarcha.
Firme
y terco,
bajo
para romper cadenas
haciendo
luchar al hombre contra el viento,
colérico
y fiero,
entrando
a liberar cárceles
y
hago que el pecado apague sus fuegos,
sereno
y sincero,
camino
para salvar la verdad
que
el humano trasformó en desasosiego.
Y
en acabarlo todo
regreso,
a la espera
de
recibir alabanzas,
con
los sueños entornados
entre
albas y ocasos,
yo
soy el ángel.
II.
¡Miradme!
Soy yo,
esa
estatua sin nombre
y
cuerpo de viento,
con
nubes por tierra
y
un alma de fuego.
Siervo
de la certeza
que
retoza en el sueño,
pendiente
de una espera
y
de un anhelo.
¡Oh
anhelo! Frío lugar,
frío
deseo, frío abrazo
que
ansía el cielo,
poder
batir alas
por
el mundo abierto.
Y
con la piel de la nada,
iracundo
y aburrido,
tras
un alumbramiento
caer
de luz en un derrumbe,
¡Miradme!
Soy yo,
tan
solo un sentimiento.
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