Paseando la tristeza
entre campos de amor desbrozado,
tropiezo con la corteza de la pena
el mismo día que la encontré llorando,
abierta en alas frescas
con las sonrisas que va abandonando
cubierta de llagas y penas
en los vacios gestos de las manos.
Pescando en la alegría
lágrimas de sus mares y océanos,
alumbrando las sombras serenas
desprendidas de los acantilados,
asida a redes rotas
de unas artes que han quebrado
tras romperse contra las rocas
en espumas que duermen flotando.
Vuelan en veredas las letras
llenando de cuartillas los campos,
vestidas de la piel de las estrellas
cosiendo los sietes de sus andrajos,
por la tinta hechas eternas
iluminando en tu nombre, en mi nombre,
la oscuridad de las galernas
y llenando las bastas llanuras con trazos.
Tan solo caminando
en almas separadas
se encuentra un atajo,
la senda en que el querer
siguiendo unas huellas
se lleve un encontronazo,
con las perecederas estaciones de unos pasos.
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