La noche se
afana
en cortejar a
las sombras
despacio, sin
prisas,
la luz de un
instante aviva
el oscuro
cortejo y precipitan
los deseos
del sueño
que los ecos
nombran.
Al
lado de cada uno,
la
distancia, llaga disuasoria,
bajo
el espeso rumor de la ausencia
cierra
los ojos a las miradas,
ojos
que abren sus viejas puertas,
sensitivos,
nerviosos, resueltos,
curiosos
y perdidos
de
sigilosas huellas
hechas
con girones de tinieblas
que
roen la piel de sus alfombras.
El
pensamiento nos acerca
con
un beso aturdido
confundido
por la escena,
al
descifrar el silencio
de
un ciego atardecer
esclavo
de un solo rumbo
en
busca de respuestas,
mientras
negras esquinas
ocultas de
las farolas velan
el paso de
nuestros cuerpos,
que buscan el
amor en el aire
antes que la
noche duerma
bajo el manto
de las horas.
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