Las
flores cierran los ojos
como
el yugo de una sombra,
se
asfixian en el polvo del olvido
y
el aire, espeso,
se
vuelve grito seco de zozobra.
Bajo
cielos de acero
se
ahogan en su propia sed,
sobre
una lanza fría
que
quema sin tocar
ningún
amanecer.
La
tierra sin sueños
muerde
con los labios de la sal,
esquilmando
las pieles de la tierra
como
estrellas atrapadas
en
una suntuosa penumbra.
Las
flores ya no saben de la lluvia,
ni
de los colores que danzan,
se
disuelven, se disipan,
y
sus fragancias
se
evaporan en el umbral.
El
jardín llora con sus hojas quebradas
y
el viento, ahora,
solo
es una mano vacía
que
arrastra la memoria
sin
alcanzar a los deseos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario