Noche
que se cierne en neblina oscura,
el
último aliento que se escurre entre los dedos.
Bajo
el yugo del silencio, cuerpos marchitos
agazapados
en las celdillas de la penumbra.
Un
faro apagado y la Luna, ojo de cristal roto,
al
que el viento susurra con el abanico de las ondas.
Un
manto de plumas negras, de vacíos que se agitan
y
los ecos del fin que se disuelven en la eternidad de las sombras.
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